Las grandes aportaciones de la novela actual accidentada provienen de una tradición cuentística ya que no es posible entender a los escritores Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes ni Mario Vargas Llosa, si no entendemos que antes estuvieron los grandes cuentistas de América Latina de la primera mitad del siglo XX, quienes se convirtieron en los grandes incentivadores de la maravilla de la novela moderna de América Latina; así lo expresó el escritor Ignacio Padilla durante una charla que ofreció en el Patio Barroco de la Facultad de Filosofía de la Universidad Autónoma de Querétaro.
La charla, titulada “El oficio de escribir”, estuvo organizada por el programa “Si lees se nota”, así como por el Centro Educativo y Cultural “Manuel Gómez Morín” y el Instituto Queretano de la Cultura y las Artes.
El escritor expresó algunas ideas que lo han estado rondando recientemente, compartió algunas impresiones en la línea de la narrativa y el contraste posible entre la novela y el cuento. “Conviene que aclare que me defiendo como un competente contador de historias a quien a veces le piden que hable, juzgue y sentencie sobre el arte de escribir novelas, cuando eso ocurre no tengo más remedio que arrimar mis veladoras a Jorge Luis Borges que nunca escribió novelas, pero si escribió sobre el arte de la novela”.
Asimismo, aseguró que en el siglo XXI se está reflexionando una vez más sobre el arte de escribir novelas y está recuperando esta genealogía entre el cuento y este género literario; además, se reconoce que el siglo XXI se parece al XIX, como ejemplo Mario Vargas Llosa, quien escribe novelas muy parecidas a las de Víctor Hugo; imperfección que sugiere que en el corazón de la novela está el cuento.
“La riqueza de la novela, dijo, radica en su imperfección porque la realidad y la vida son imperfectas, decepcionantes, nos puede ponzoñar o nos puede engrandecer pero hay que vivir aquí y en el ahora. La idea de la novela como accidente es muy importante para el siglo XX”, recalcó.
Concluyó que con el boom latinoamericano el mundo ha podido constatar que sí es posible concebir la novela que sabe al siglo XIX. En las novelas de América Latina, dijo, aparecieron en lugar del desencanto y la utopía, la nación picarezca de sobrevivientes, gente de la realidad. “Habitantes del territorio de la mancha, como decía Carlos Fuentes, de los mezclados, después de la idea de que la pureza es lo que importa, decimos no. Somos los manchados porque en la mezcla esta la grandeza, la hibridación esta lo que vale, el reconocimiento de la diferencia y el reconocimiento de lo impuro. La novela es el género literario que va a reconocer lo diferente, lo mezclado, lo híbrido, lo irregular, lo barroco, lo imperfecto”.